domingo, 10 de febrero de 2013

Biblioteca Palafoxiana


Durante la visita una biblioteca maravillosa y con una historia legendaria; a día de hoy, esta Biblioteca es considerada uno de los tesoros más importantes de Puebla Capital. Su historia comienza el 5 de septiembre de 1646, cuando, el entonces obispo, Juan de Palafox y Mendoza, donó su biblioteca particular de 5 mil volúmenes a los colegios de San Pedro y San Juan, con la condición de que se le permitiera el acceso a cualquier persona que supiera leer, y no sólo a los miembros de la iglesia y seminaristas, es por esto que a la Biblioteca Palafoxiana es considerada como la primera biblioteca pública del continente americano.
Las donaciones de los obispos posteriores a Palafox y los libros confiscados a los Jesuitas tras su expulsión, hicieron que el acervo creciera tanto que fuera necesario crear un espacio que pudiera resguarda todos esos libros. Así que para 1773 se inauguró la biblioteca en el lugar donde podrá conocerla. En ese entonces tenía sólo dos niveles de estantería y el retablo de la Virgen de Trapani, que aún se puede observar al fondo de la biblioteca. Fue hasta el siglo XIX cuando se construyó el tercer nivel.
En la actualidad la Biblioteca Palafoxiana, además de considerarse la primera bibliotec
a pública del continente, es reconocida como la única antigua en América que en su edificio original conserva todavía su mobiliario, estantería y, sobre todo, su acervo, formado en la actualidad por 42, 556 volúmenes y 5, 345 manuscritos, siendo el libro más antiguo “Los Doce Libros de Historia de Heródoto“, impreso en Venecia en 1473.
En nuestro recorrido aprendimos un concepto que captó nuestra atención, el hecho de que un libro se enfermara… Al parecer, la definición de éste concepto es que: un libro se enferma cuando se encuentra en una ambiente que no permite su correcta conservación, o cuando está expuesto a fenómenos que pueden adelantar su proceso de degradación y así, no permitir su correcta conservación en una biblioteca.
A partir de esto pudimos concluir que al no permitiendo la conservación de un libro, lo estamos en sí, enfermando, y a largo plazo estamos logrando que parte de nuestra cultura escrita desaparezca y enfermando una cultura que necesita más que nada aprender de su pasado.

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